sábado, 25 de septiembre de 2010

Guerrero

Guerrero
1: El hombre de honor

El hombre se detuvo frente a mí, con su mirada fría y enaltecida de su rango de General. Levantó su mano y tomó su espada con sutileza, desenvainándola.
—Es hora de cambiar la historia, —dijo y me otorgó el arma. —Todos los hombres fuimos entrenados para momentos como éste, en donde uno debe otorgar la vida por el pueblo entero.
Mantuve mi cuerpo erguido y mi pecho en alto mientras escuchaba sus sabias palabras.
—Somos guerreros, no deberías olvidarlo jamás. Y como tal, debemos involucrarnos en la guerra como si intentásemos recorrer el mismísimo infierno — concluyó y me otorgó un gran escudo de plata.
Lo miré con la frialdad de un soldado y afirmé con mi cabeza sin poder responder con la típica frase: "Si, señor". Sabía que se acercaba mi hora.

2: El hombre del mejor postor
El contrato exigía que me dirija a la frontera para la batalla final. La paga era buena, pero elriesgo era amenazador; me daba igual. No lo hago por honor, ni por fama; tampoco es mideseo defender al reino, pero un trabajo es un trabajo, y creo menester cumplir con él sin importar los riesgos.
A pesar de todo esto, sé que la guerra no es lo correcto, sé que algún método mejor debe existir, pero intento ocultar mi posición, ya que si yo flaqueo, mis mercenarios también lo harán y eso no podría perdonármelo. No quiero más sangre de mi gente repartida en el suelo del campo de batalla, pero tampoco quiero que mueran de hambre por mi pensamiento egoista. Lo único que puedo hacer es respirar profundamente y marchar con mi gente hacia la batalla. Siempre hacia adelante.

3: El campo de batalla
Se miran entre medio de los estruendos y la sangre que se esparce por el suelo pedregoso. El soldado y el mercenario se encuentran en el medio del campo de batalla y se miran con atención; y aunque el segundo sea un general, se da cuenta de que el soldado ansía vivir más que nada en el mundo, y por eso es un buen rival para él.
El mercenario levanta su arco dorado y apunta al hombre honorable que se encuentra en frente, mientras éste levanta su escudo de plata y arremete con fuerza contra el arquero para derrumbarlo y clavarle su espada.
Ambos caen en la batalla, con una flecha uno y una herida sangrante el otro; y se miran mientras un líquido rojo fluye por sus cuerpos y se desparrama por el piso. Ambos piensan: “Nada hay por hacer, somos guerreros”.

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