El oráculo venía a la ciudad una vez por año para predecir los acontecimientos que azorarían al pueblo. Su habilidad para predecir los hechos venideros a veces funcionaba sólo con sortilegios, y otras con exageradas actuaciones. Pero esta vez fue diferente.
Desde siempre dudé de aquella habilidad, ya que su generalización en las profecías era demasiado amplia, y siempre podía relacionarse algún hecho del año con ellas, sin importar cuál fuera aquel. Sin embargo, la gente de todos los rincones del mundo, demostró a lo largo de todas las épocas que su deseo de conocer su futuro es mucho más fuerte que su visión de lo real y lo presente. Y es así que este hombre pasa cada año diciendo que su habilidad es un don especial que le otorgó algún dios que sólo él parecería conocer o, lo que me parece aún más extraño, que es una herencia familiar de antaño.
Como él habían muchos; aerománticos, geománticos, hidrománticos o sacerdotes. Todos investidos con la misma habilidad, sólo que con diferentes métodos. ¿Y yo debía creerles?
Pero era así, aunque nos encontrábamos en la era de la tecnología, la libertad de creencias que protegían las legislaciones democráticas bastaban para que, en pueblos como en el que vivía, se llenase de un aire místico y completamente dogmático. Y fue gracias a eso que nos salvamos…
—Cicerón está errado al querer darle lugar a esos adivinos charlatanes. No existe tal división entre la adivinación natural y artificial. —Dijo el oráculo mientras se sentaba en el medio de la ciudad con su bastón y su extraña joroba.
“Todo adivinador es en un principio pasivo, como todo humano lo es para el lenguaje. El poder está en todos, sólo es necesario saber cómo encontrarlo. Por eso yo opino que uno puede estudiar la adivinación. La adivinación es conocer al mundo que te rodea una vez que uno se conoce demasiado a sí mismo”
Su rostro era calmo y alegre, y continuó su monólogo sin detenerse mientras la gente lo rodeaba.
“El adivinador, una vez que se conoce a sí mismo, se vuelve activo en el acto de adivinar.
Así como un chico puede volver activo su aprendizaje del lenguaje al escribir o leer, el adivinador puede aprender a observar mejor.”
Un niño se acercó con cuidado y lo miró con curiosidad y timidez.
—El señor San Tomás nos habló una vez de las adivinaciones demoníacas. ¿Es eso posible, Señor Oráculo? —preguntó nervioso y apurado.
El anciano lo miró con fraternidad y le contestó con modestas pero sombrías palabras:
—Invocar demonios es un arte muy antiguo, casi tan antiguo como la humanidad misma. Yo mismo practico ese estilo de adivinación, y en nada yo lo llamaría “demoníaco” —dijo el Oráculo y se echó a reír.
“A veces hablo con espíritus en sueños o bajo el poder de la nigromancia. A veces uno puede aprender de los signos y movimientos de los objetos de la naturaleza, como las aves y las estrellas. El objetivo de estos sueños es relacionarse con los dioses o los muertos a partir del gran poder que uno tiene dentro suyo. Sin embargo, no vengo a hablarles de eso."
El hombre se acomodó en el suelo y se rascó con sutileza la barba. Todos nos encontrábamos callados y expectantes por su nueva profecía.
“He tenido un sueño perturbador; el del fin del mundo.”
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